Barrancas del Cobre – Dia 4

🥾 Del Río San Ignacio a Los Naranjos

El cuarto día nos recibió con un trayecto exigente y lleno de contrastes. La distancia total fue de 12.49 kilómetros, que se extendieron a lo largo de casi diez horas de caminata. El sendero nos llevó desde los 1,160 metros de altitud en el punto más bajo hasta alcanzar los 1,807 metros en el punto más alto, con un promedio de 1,615 metros. El esfuerzo acumulado se reflejaba en los números: 791 metros de ascenso positivo y 652 metros de descenso negativo, que marcaron la dureza del día. Las pendientes y los senderos estrechos fueron los protagonistas.

La vegetación acompañó gran parte del recorrido: con sombra constante y pequeños segmentos de pastizal que abrían claros en la barranca. Las laderas orientadas al norte ofrecían frescura y sombra prolongada, mientras que las expuestas al sol intensificaban el esfuerzo físico.

Definitivamente fue el recorrido más desafiante, pero también el más interesante y espectacular en cuanto a las vistas.

🌅 Amanecer y preparación

Despertamos con el murmullo constante del río, un sonido que parecía marcar el ritmo de la mañana y que nos envolvía en una calma especial. El ambiente estaba cargado de ánimo y expectativa, alimentado por los comentarios de Marco la noche anterior, que habían dejado al grupo con la ilusión de lo que vendría en la jornada.

El desayuno fue un verdadero regalo: el caldo de hueso, preparado desde la noche anterior, se convirtió en un manjar sin desperdicio. Su sabor profundo y reconfortante nos dio la energía necesaria para enfrentar el día más desafiante de la travesía.

Mientras compartíamos el alimento, las vistas de la cañada se desplegaban espectaculares frente a nosotros, recordándonos que estábamos justo en el corazón de las Barrancas del Cobre. La alegría del grupo era notable; se sentía en las risas, en los gestos y en la complicidad que nos unía. Era un momento de plenitud: la naturaleza, el esfuerzo y la compañía se entrelazaban en perfecta armonía.

🚶‍♂️ La caminata

La jornada del cuarto día fue, sin duda, la etapa más dura, pero también la que nos regaló las vistas más espectaculares. Gran parte del camino lo recorrimos bajo la sombra de los pinos y de los árboles de coníferas, cuya frescura nos acompañaba mientras avanzábamos. El sendero se extendía en partes por las laderas de las cañadas, abriéndose hacia panorámicas que dejaban ver la verdadera belleza de las Barrancas del Cobre: un paisaje inmenso, profundo y majestuoso.

Uno de los puntos más memorables fue la Cueva del Bebé. Reyes nos explicó que recibe ese nombre porque fue testigo del nacimiento de un bebé rarámuri. Al observar el lugar, uno comprende la verdadera resiliencia de nuestros hermanos rarámuris, capaces de enfrentar la vida en condiciones tan extremas y al mismo tiempo tan llenas de significado.

Más adelante llegamos a El Naranjo, donde hicimos un descanso. El sitio toma su nombre del árbol que crece en esa morada. Su propietario nos recibió con un saludo de mano a cada uno, gesto sencillo pero lleno de hospitalidad. Las naranjas que nos ofreció estaban frescas y dulces, todo inesperado y lleno de energía.

El almuerzo lo tomamos frente a una de las vistas que, a mi consideración, fue de las más hermosas de toda la travesía. La cañada, con sus montañas, recordaba a las formas de Huayna Picchu y Machu Picchu: un escenario realmente impresionante que nos dejó sin palabras.

El sendero nos llevó después al Paso de la Muerte, así llamado por Reyes. Lo cruzamos con la espalda contra la pared, observando el precipicio frente a nosotros. Fue un tramo breve pero intenso, que exigió concentración y calma.

El último descanso antes de alcanzar el puerto y el punto más alto fue en Las Canoas. Allí nos refrescamos con el agua que emana de las piedras y se recoge en una tinaja y en canoas de madera para las cabras. Fue un alivio sentir esa frescura antes de continuar.

El cansancio se hizo sentir de manera extrema al acercarnos al puerto que nos conduciría a uno de los senderos más técnicos: La Cristalera. Este tramo recibe su nombre por las minas de cuarzo ya agotadas que se encuentran en el lugar. El sendero fue realmente demandante, y cada paso parecía poner a prueba nuestra resistencia.

Finalmente, escuchar de nuevo el murmullo del río fue un verdadero alivio. Supimos entonces que habíamos llegado a nuestro último campamento. La Cristalera había sido dura, pero también nos dio la certeza de estar cada vez más cerca de concluir la travesía.

🌙 Campamento Día 4

Al final de la jornada, cruzamos el río y levantamos el campamento en la explanada de una morada deshabitada. El cañón nos recibió con vistas espectaculares, que la noche, con su juego de sombras y estrellas, hizo aún más intensas.

El fuego se reavivó pronto y la cena no se hizo esperar. Era la última cena de la travesía, y se convirtió en un momento de compartir todo lo que nos quedaba, como si cada bocado fuera también un símbolo de lo vivido juntos.

Alrededor del fuego, la plática se reanimó entre risas y anécdotas. La fatiga del día se transformó en alegría, y en ese círculo de luz y calor sentimos la unión del grupo más fuerte que nunca. La noche en el corazón de las Barrancas del Cobre cerró con un aire de plenitud, la noche estrellada de la barranca nos regalaba su despedida. Estábamos listos para el ascenso final hacia Divisadero Barrancas.

«La última noche nos envolvió en fuego y estrellas, un cierre perfecto de la travesía.»

Barrancas del Cobre – Dia 3

🥾 De Rohuerachi al Río San Ignacio

El tercer día nos llevó por un trayecto de aproximadamente 10.09 kilómetros, marcado por un descenso prolongado y técnico. Iniciamos a una altitud de 2,324 metros, en la cima de la barranca, y descendimos hasta los 1,160 metros, siguiendo senderos que exigían atención constante y un paso firme.

El desnivel acumulado fue considerable: más de 1,160 metros de descenso, intercalados con pequeños ascensos que sumaron alrededor de 356 metros positivos. La caminata se extendió por cerca de 6 horas y 48 minutos, con pendientes que alcanzaron hasta 67° en ciertos tramos, y un promedio de 8.3° que mantenía la tensión en cada paso. El terreno se volvió más técnico: piedra suelta, veredas estrechas y segmentos donde el equilibrio era tan importante como la resistencia.

La vegetación acompañó la jornada con contrastes: bosques en las zonas altas, seguidos de pastizales y matorrales conforme descendíamos, con una cobertura arbórea promedio del 22%. La diversidad del entorno ofrecía sombra ocasional y paisajes cambiantes, pero el verdadero reto del día fue la precisión en cada movimiento, pues la bajada hacia el Río San Ignacio se convirtió en una prueba de concentración y resistencia.

🌅 Amaneciendo en Rohuerachi

La noche había sido apacible, y el grupo despertó en un ambiente fresco y oscuro, todavía envuelto por el silencio de la sierra. Escuché una alarma; mis ojos ya estaban abiertos. Observé la cara de mi esposa, su sonrisa me llenó de alegría. Supe que estábamos listos para este nuevo día.

La fogata, que nunca dejó de ser el centro de reunión, chisporroteaba nuevamente, trayendo calor y compañía en las primeras horas de la mañana.

Marco ya se encontraba preparando el desayuno, y el aroma de un café caliente nos dio los buenos días, devolviendo energía y ánimo al campamento. Se decidió esperar un poco más de luz antes de desmontar las tiendas, permitiendo que la claridad guiara los movimientos y que cada quien pudiera organizar sus cosas con calma.

En medio de la preparación, se escuchó la voz que marcaba la hora de partida. La expectativa de los hermosos paisajes que nos aguardaban llenaba de emoción al grupo. Antes de emprender el camino, se tomaron las últimas fotos en Rohuerachi, como un gesto de despedida y memoria compartida.

🚶‍♂️ La caminata hacia el Río San Ignacio

El inicio del sendero marcó de inmediato la dificultad del día: estrecho, apenas para una persona, con terreno suelto y pedregoso que obligaba a mantener la concentración en cada paso. El descenso se volvía técnico y exigente, pero también lleno de vida y energía compartida. Las hermosas vistas que se abrían frente a nosotros eran el premio justo al esfuerzo, recordándonos que cada tramo superado traía consigo una recompensa visual que valía la pena.

Durante la bajada, mi esposa contagió su alegría al introducir un término nuevo para nuestro guía Reyes: la palabra “guango”. Usada de manera cómica para describir a alguien cansado o flojo, se convirtió en parte del viaje. Desde entonces, Reyes gritaba : “¿Cómo vienen guangos?”, “Terreno guango aquí adelante”. Las risas se escuchaban. La réplica no se hacía esperar; “bien guangos”. La broma acompañó al grupo durante el resto de la travesía.

Uno de los descansos más memorables fue en la “cueva de la chiva”, como se le ha decidido llamar en travesías anteriores. Es la morada de una familia Rarámuri: la mitad de la cueva sirve de hogar y la otra mitad de corral para sus chivas. Allí compramos un cabrito que ellos mismos prepararon para nuestra cena. La expectativa crecía: cabrito fresco, tortillas recién hechas y chile chiltepín. ¿Qué más podíamos querer?

El sendero continuó por otras tres a cuatro horas hasta que el murmullo del río comenzó a escucharse. Al llegar al Río San Ignacio, lo único que pensamos fue en un baño. El agua fría cortaba la piel, la sensación de relajamiento nos invadió. El jabón y el shampoo se compartieron, y la alegría se multiplicó en ese momento de frescura y descanso.

Mientras tanto, Juan Carlos y Marcial se enfocaron en limpiar el cabrito y terminar su preparación. Varas peladas a navaja, carne fresca insertada, y el fuego esperando la brocheta. La cena fue un verdadero manjar, acompañada de bromas y comentarios que animaron la velada. Nos despedimos del día dispuestos a dormir con el murmullo del río como arrullo.

Aunque aún faltaba el desayuno. Marcial dejó parte del cabrito en cocimiento durante toda la noche, transformándolo en un «caldo de hueso». El amanecer volvió a ser un esplendor, y aquel caldo, servido en la oscuridad de la mañana, nos animó para lo que vendría.

“Este día nos recordó que cada paso difícil encuentra su recompensa: entre risas, paisajes y el murmullo del río, descubrimos que la verdadera riqueza del camino está en compartirlo.”

Barrancas del Cobre – Dia 2

🥾 De Basirecota a Rohuerachi: Datos técnicos del recorrido

El segundo día nos llevó de Basirecota a Rohuerachi, a través de un trayecto exigente pero revelador. Fueron 16.32 kilómetros de caminata, con un ascenso acumulado de 620 metros y un descenso de 268 metros, alcanzando una altitud máxima de 2,334 metros sobre el nivel del mar. La altitud promedio se mantuvo en los 2,211 metros, lo que nos situó en un entorno de aire más ligero y vistas más amplias.

El terreno presentó pendientes de hasta 23°, aunque el promedio fue de 4°, permitiendo un avance constante. La vegetación fue diversa: bosque, pastizal, matorral, y una cobertura arbórea, lo que ofrecía tramos soleados intercalados con sombra dispersa.

La caminata se extendió por 7 horas y 11 minutos, atravesando paisajes que cambiaban con cada curva. El perfil del día fue claro: ascenso sostenido, terreno mixto, y un grupo que comenzaba a adaptarse al ritmo de la sierra.

🌅 Amanecer en Basirecota: La disciplina compartida

La noche anterior acordamos levantarnos a las 6 de la mañana, desayunar entre 6 y 7, y después de las 7, ya con más luz, levantar el campamento. Ese acuerdo sencillo marcó el inicio de una disciplina compartida: cada quien sabía lo que debía hacer, y el grupo comenzaba a moverse como un solo cuerpo.

Para cuando llegamos a la fogata, la cual estuvo encendida y mantenida toda la noche por nuestros hermanos rarámuri, Marco ya se había adelantado a preparar avena, café y agua caliente para las diferentes opciones que cada quien llevaba en particular. Mi esposa y yo desayunamos una bolsa con dos raciones de Mountain House, práctica y suficiente para iniciar la jornada. El desayuno fue breve pero suficiente: no solo alimento para el cuerpo, sino también para el ánimo.

A medida que la luz se desplazaba hacia el fondo del cañón, jugueteando con la corriente del río, las tiendas fueron desarmadas, las mochilas ajustadas, y los pasos comenzaron a alinearse hacia el siguiente destino. El campamento se recogió con cuidado, dejando el lugar tal como lo habíamos encontrado, como si nunca hubiéramos estado allí. Esa práctica silenciosa de respeto al entorno fue también parte del aprendizaje del día.

🚶‍♂️ La caminata hacia Rohuerachi

Con el campamento recogido y las mochilas ajustadas, emprendimos el trayecto hacia Rohuerachi. El sendero se abría ante nosotros con un ascenso sostenido, intercalado por tramos de sombra ligera y claros donde el sol caía con fuerza. El grupo avanzaba en silencio, cada paso marcando el compás de un día que prometía ser largo: más de 16 kilómetros de terreno mixto, con pendientes que exigían atención y un aire cada vez más ligero conforme ganábamos altitud.

Los compañeros rarámuris caminaban con naturalidad, como si el terreno les hablara en voz baja. Su andar ligero marcaba el ritmo, y nosotros aprendíamos a seguirlo, encontrando en su paso una lección de equilibrio y resistencia.

Rocío, siempre firme ahora a mi lado, ahora adelante, ahora atrás, acompañaba con esa mezcla de serenidad y fuerza que me recuerda que este viaje lo hacemos juntos, no solo en la sierra, sino en la vida.

Los primeros 3 a 4 kilómetros fueron difíciles, la pendiente exigía esfuerzo constante y el cuerpo apenas comenzaba a despertar. Sin embargo, las vistas eran hermosas, con el cañón desplegándose en formas majestuosas que compensaban cada paso. Después del kilómetro 4 alcanzamos la cima de la barranca, una meseta amplia con cañones a ambos lados que nos regalaba una perspectiva distinta del paisaje. Desde allí seguimos subiendo, aunque la pendiente se aligeró; aun así, los kilómetros pesaban y el avance se volvía más lento, marcado por la resistencia y la voluntad compartida. A media meseta llegamos a Huetosach, llamado así por sus alrededores blancos. Aquí tomamos un breve descanso en la morada de una familia rarámuri, aprovechamos nuevamente para ver y comprar artesanías.

El paisaje cambiaba con cada curva: pastizales abiertos, formaciones rocosas, y cañones que se desplegaban en silencio majestuoso. El río aparecía y desaparecía en el fondo de la barranca, como un hilo de plata en la vasta cañada. Las pausas eran breves: un sorbo de agua, un respiro compartido, una mirada que decía más que las palabras. Poco a poco, el grupo se afirmaba como un solo cuerpo, avanzando hacia el destino común.

🏕 Campamento en Rohuerachi y cierre del día

La llegada a Rohuerachi marcó el final de una jornada larga y exigente. El grupo, cansado pero satisfecho, se reunió para instalar el campamento en un espacio abierto que ofrecía seguridad y vistas hacia los cañones. Las mochilas se soltaron con alivio, las tiendas comenzaron a levantarse, y el silencio del lugar nos envolvió como un recordatorio de la vastedad de la sierra.

El fuego volvió a ser el centro de encuentro. Allí se compartieron alimentos sencillos: un guisado preparado por Marco, café, sopas deshidratadas, y las reservas que cada quien había traído. Las voces se mezclaban con el crepitar de la leña y el aire frío que descendía con la tarde.

Para la cena, varios miembros de las familias rarámuri de alrededor se acercaron, y tomamos la oportunidad de pedirles que nos vendieran dos kilos de tortillas recién hechas, pinole y chile chiltepín. Fue un verdadero manjar serrano, sencillo y profundo, que nos conectó con la tierra y con quienes la habitan. Ese gesto transformó la cena en un acto de encuentro: alimento compartido, cultura viva, y gratitud por la generosidad recibida.

La luz del día se fue apagando lentamente, dejando paso a un cielo profundo y estrellado. El cansancio se transformó en calma, y el grupo encontró en ese cierre la oportunidad de agradecer el trayecto recorrido. Cada quien, desde su silencio o su palabra, reconoció que el segundo día había sido un paso más hacia la afirmación del viaje colectivo.

El campamento quedó dispuesto para la noche, y la sierra nos recibió una vez más, recordándonos que el camino no solo se mide en kilómetros, sino en la manera en que aprendemos a habitarlo juntos.

✨ Frase del día

«La noche nos recibió bajo un cielo estrellado, y en el calor compartido de las tortillas recién hechas, el pinole y el chile chiltepín, comprendimos que el verdadero manjar del día había sido la unión con la sierra y con quienes la habitan.»

Barrancas de Cobre – Dia 1

🏞️ Día 1: El inicio compartido

🚌 De Chihuahua a Creel: El viaje hacia el umbral

Todo comenzó antes del amanecer. A las 5:00 a.m., en la Central de Autobuses del Noroeste en la ciudad de Chihuahua, nos reunimos por primera vez como grupo. Aún con el frío de la madrugada en el aire y los ojos entrecerrados por el sueño, ya se sentía la emoción contenida de quienes estábamos por emprender esta travesía. Allí conocimos a los senderistas con quienes compartiríamos no solo el camino, sino también silencios, risas, cansancio y asombro durante los próximos cinco días.

El autobús partió puntual, y durante todo el trayecto —que incluyó paradas en la ciudad de Chihuahua, Cuauhtémoc y La Junta— fue llenándose hasta quedar completamente ocupado. Para cuando salimos de La Junta, ya no quedaban asientos vacíos: incluso los pasillos estaban ocupados por mochilas y cuerpos adormilados. Rocio y yo pasamos la mayor parte del camino dormidos, abrazando esa mezcla de cansancio anticipado y alegría silenciosa que solo se siente al inicio de algo grande.

Durante las 3.5 horas aproximadas de camino hacia Creel, los monitores del autobús proyectaron la película Riesgo bajo Cero, como si el universo quisiera recordarnos que el riesgo —cuando se asume con conciencia— puede ser también una forma de vida. Afuera, el paisaje comenzaba a cambiar: los tonos del desierto daban paso a los pinos, y la sierra se insinuaba con sus primeras curvas.

🎒 De Creel a la morada de Reyes: El inicio del vínculo

Al llegar a Creel, el aire era distinto. Más fresco, más limpio. El pueblo nos recibió con su ritmo pausado y su arquitectura de montaña. Allí hicimos una pausa breve para reorganizar mochilas, ajustar equipo y compartir las primeras palabras con quienes, hasta esa mañana, eran desconocidos. Fue también el momento en que comenzamos a familiarizarnos con nuestras compañeras senderistas: Laura, Hilda y Cydi, tres mujeres con energía sobrada, que pronto se volverían parte esencial del ritmo del grupo.

Una vez que bajamos del autobús, trasladamos nuestras mochilas a una camioneta que nos llevaría desde la terminal de Creel hasta la morada de la familia de José Reyes, nuestro guía rarámuri, en Cusarare. Ese cambio de vehículo marcó también un cambio de ritmo: dejamos atrás el transporte público y comenzamos a movernos en clave local, más cerca del terreno, más cerca de la gente. Antes de partir, tuvimos oportunidad de comprar burritos, café y refrescos —nuestra primera comida del día, bien merecida por cierto, y recibida con gratitud por cuerpos que ya comenzaban a despertar al esfuerzo.

El trayecto en camioneta fue breve. A medida que nos alejábamos del centro de Creel, el paisaje comenzaba a abrirse: árboles altos, caminos de terracería, y esa sensación de estar entrando en otro tiempo. Las vistas eran, desde el inicio, espectaculares —en especial al pasar junto al lago de Arareco, cuyas aguas quietas reflejaban los pinos y el cielo como un espejo ceremonial. Al llegar a la morada de Reyes, nos recibió su familia con una calidez silenciosa, como si supieran que el verdadero viaje apenas comenzaba.

Allí, reorganizamos nuevamente nuestras mochilas, esta vez con la conciencia de que lo que cargábamos ya no era solo equipo, sino intención. Conocimos por fin a José Reyes, por todos conocido simplemente como Reyes, una persona profundamente amable y sumamente alegre, con una energía increíble que desmiente cualquier intento de calcular su edad —que, por cierto, ni él mismo conoce con certeza. Su presencia irradia confianza, y su sonrisa parece tener la capacidad de abrir senderos. También nos presentaron a los compañeros rarámuris que caminarían con nosotros durante toda la travesía: Juan Carlos, Marcial, Erik y Nacho. Sus rostros tranquilos y su andar ligero anunciaban que estábamos por entrar en un ritmo distinto, uno que no se mide en pasos, sino en presencia. No podría faltar también el ofrecimiento de artesanías: canastos tejidos, cintas de colores, pulseras, etc. Comprar estas artesanías es una manera de apoyar la economía familiar. Cydi saco de su mochila un bonete, el cual comento que al lavarlo y secarlo se había encogido, a uno de los pequeñines le quedo perfecto.


🥾 De la morada de Reyes a Basirecota: El ritmo que nos une

La caminata comenzó entre sembradíos de las comunidades rarámuris del lugar, donde el maíz seco, de color dorado, matizaba el inicio de este primer trayecto como si el paisaje ya estuviera contando su propia historia. El terreno era amable, como si la sierra nos estuviera dando la bienvenida. El trayecto fue de 8.81 kilómetros, iniciando a una altitud de 2,193 metros, ascendiendo hasta los 2,486 metros y descendiendo finalmente hasta los 1,977 metros, donde se instalaría el primer campamento. El grupo avanzaba en silencio, con pausas breves para hidratarse, observar, respirar. No había prisa. Cada paso parecía encontrar su lugar en el ritmo colectivo.

Rocío, mi esposa y compañera de viaje no solo en esta travesía sino en esta vida, disfrutaba este inicio. Su mirada atenta y su paso firme acompañaban el fluir del grupo, como si ya estuviera en sintonía con el paisaje. A nuestro alrededor, los compañeros rarámuris caminaban con naturalidad, como si el entorno les hablara en voz baja.

A medida que nos acercábamos a Basirecota, el paisaje se abría. Aparecieron formaciones rocosas, pequeños arroyos, y esa luz dorada que solo se ve en la sierra por la tarde. El primer campamento se instaló a orilla del río Cusarare, en un claro rodeado de árboles y con espacio suficiente para las tiendas. El lugar tenía algo de sagrado, como si nos hubiera estado esperando. Allí también se encuentran aguas termales, que Dalila y las compañeras del equipo supieron aprovechar con alegría y merecido descanso, como si el agua tibia les reconociera el esfuerzo del día.

La noche cayó rápido, como suele hacerlo en la montaña. El grupo se acomodó con naturalidad: unos preparando cena, otros ajustando tiendas, algunos simplemente contemplando. Como parte de las actividades adicionales, llenamos los contenedores disponibles con agua del río, para desinfectarla posteriormente con Microdyn, asegurando así el abastecimiento para el trayecto del Día 2. Fue también en este primer campamento donde Marco inició su apreciada tarea de preparar los alimentos, siempre servicial, atento a las necesidades del grupo, y con una disposición que pronto se volvería indispensable. La primera cena también nos dio oportunidad de conocer más de cerca al equipo rarámuri: sus gestos tranquilos, sus palabras breves, su forma de estar en el mundo. No hubo necesidad de muchas palabras. El silencio era cómodo, casi ritual.

El cielo se llenó de estrellas. No las que se ven desde la ciudad, sino las verdaderas: las que parecen respirar contigo. Y ahí, en ese primer campamento en Basirecota, entendimos que el viaje ya había comenzado. No en Creel, no en el autobús. Comenzó cuando decidimos caminar juntos.

✨ Frase del día

“El camino no empieza cuando se da el primer paso, sino cuando se decide compartirlo.”

A una semana de partir: La travesía Creel–Divisadero está por comenzar

Faltan solo siete días. El calendario ya no marca una idea: marca un compromiso. En una semana estaremos dando el primer paso de una travesía a pie por la Sierra Tarahumara, desde Creel hasta Divisadero. Serán aproximadamente 60 kilómetros recorridos en cinco días, con cuatro noches de campamento bajo el cielo rarámuri.

No es una excursión cualquiera. Es una forma de entrar en diálogo con el paisaje, con el cuerpo, y con quienes nos acompañan. Esta ruta no se mide solo en kilómetros, sino en momentos compartidos, en silencios que hablan, en pendientes que enseñan.

¿Quiénes vamos?

•  Mi esposa, compañera constante de cada viaje, cuya mirada práctica y pensamiento estratégico hacen que todo fluya con más ligereza. Su apoyo incondicional transforma cada jornada en algo más humano, más eficiente, más divertido.

•  Marco Ruvalcaba, montañista de Chihuahua, será nuestro guía. Su experiencia en la sierra y su respeto por el entorno nos darán seguridad y perspectiva.

•  Miembros rarámuris, los de los pies ligeros, nos acompañarán en parte del trayecto. Su presencia es un honor y una enseñanza: ellos no recorren la sierra, la habitan.

•  Otros senderistas que aún no conocemos, pero que ya forman parte de esta historia. Personas que, como nosotros, buscan experiencias auténticas, contacto con la naturaleza y el silencio que transforma. Será un enorme gusto compartir el camino con ellos, escuchar sus historias y construir juntos esta travesía.

Mapa de la travesía Creel–Divisadero:  

A continuación, compartimos un mapa visual del recorrido que realizaremos a pie, cruzando parte de la Sierra Tarahumara durante cinco días:

Lo que esperamos

•  Terreno variado: cañones, bosques, ríos, y miradores que no se ven desde la carretera.

•  Desafíos físicos: subidas exigentes, clima cambiante, y la necesidad de adaptarse a lo esencial.

•  Momentos de introspección: sin señal, sin prisa, con tiempo para escuchar lo que el cuerpo y el entorno tienen que decir.

Lo que llevamos

•  Mochilas ligeras, tiendas de campaña, comida básica, agua, mapas, y sobre todo: disposición.

•  No solo vamos equipados para resistir, vamos abiertos a aprender.

Lo que viene

Esta entrada marca el inicio de una serie que documentará la travesía día a día. No solo hablaremos de rutas y paisajes, sino de lo que se transforma en nosotros al caminar. Porque en Soul Voyagers, no viajamos para llegar: viajamos para entender.

“Caminar es resignificar el mundo con cada paso.”

San Lorenzo: Donde la danza sostiene la memoria

Esta mañana acompaño a mi esposa y compañera de viajes a la iglesia. Es domingo y tiene que prestar servicio en la cafeteria por hora y media. El solo llegar a las proximidades de la Iglesia de San Lorenzo, fue un reto. Calles cerradas, atiborradas de gente, carpas que dan sombra a personas y puestos de comidas humeantes. Es 10 de agosto, el barrio de San Lorenzo en Ciudad Juárez se transforma. Es el de la fiesta patronal: un ritual colectivo donde la fe se hace cuerpo, ritmo y resistencia. Desde temprano, los grupos danzantes comienzan a llegar. Algunos vienen de lejos, otros han ensayado durante meses. Todos comparten algo esencial: el compromiso de danzar por algo que los trasciende.

El corazón que baila

Los danzantes no solo ejecutan pasos. Ellos encarnan una tradición que mezcla lo espiritual con lo comunitario sin olvidar las raíces del México precolombino. Sus trajes, bordados con símbolos, sus penachos que se elevan al viento, sus tambores que marcan el pulso del día… todo tiene un significado. Cada grupo tiene su estilo, su historia, su forma de rendir homenaje. Pero todos convergen en un mismo propósito: honrar a San Lorenzo y mantener viva una memoria que no se deja archivar.

“Aquí la fé no se reza: se baila.”

Verlos avanzar por las calles, detenerse frente al templo, formar círculos de energía y devoción, es presenciar una coreografía ancestral que sigue latiendo en el presente.

El diablo que camina con nosotros

Entre los danzantes, hay una figura que destaca: el diablo. Vestido con colores intensos, máscara burlona y movimientos provocadores, este personaje no está ahí para asustar, sino para recordar. Representa las tentaciones, los miedos, las pruebas que acompañan todo camino espiritual.

En la danza, el diablo interrumpe, reta, juega. Pero nunca vence. Su presencia dramatiza la lucha entre el bien y el mal, entre lo sagrado y lo profano. Y al final, como en la vida, es la devoción la que prevalece.

“Sin sombra, no hay luz. Sin el diablo, no hay danza completa.”

Breve historia, larga devoción

San Lorenzo fue un mártir cristiano del siglo III, conocido por su valentía al proteger a los pobres y desafiar al poder romano. Su figura se convirtió en símbolo de entrega y justicia, y en México, su fiesta se entrelazó con tradiciones indígenas que encontraron en la danza una forma de expresar espiritualidad.

En Ciudad Juárez, esta celebración tiene décadas de historia. Lo que comenzó como una misa y procesión se ha convertido en un evento donde la identidad fronteriza se afirma con fuerza. Aquí conviven lo católico, lo indígena, lo popular. Y en medio de todo, los danzantes son el hilo que une pasado y presente.

Lo que se queda

Al final del día, cuando el sol baja y los tambores se apagan, queda algo más que cansancio. Queda una sensación de haber sido parte de algo auténtico. De haber visto cómo una comunidad se organiza, se expresa y se sostiene a través del movimiento.

“Los danzantes no solo bailan: sostienen una memoria viva.”

En Soul Voyagers, buscamos contar estos momentos no como turistas, sino como testigos. Porque detrás de cada gesto, cada paso, cada máscara, hay una historia que merece ser contada con respeto, con curiosidad, y con gratitud.

Hasta la próxima….

Rumbo a lo Esencial: Preparando el alma para cruzar las Barrancas del Cobre

Hay viajes que se planean con mapas, y hay otros que se gestan en silencio. Este no nació en una agencia ni se acomodó a la agenda de un tren. Nació del impulso de caminar lo profundo, de vivir cada curva de la Sierra Tarahumara con los pies bien puestos sobre la tierra.

El trayecto que se avecina no busca comodidad, busca conexión. Saldremos desde Creel y Cusarare y llegaremos cinco días después a Divisadero. Cargaremos con tiendas de campaña, comida básica y lo justo para resistir la intemperie. Pero más allá de mochilas y rutas, vamos cargando preguntas. Las que no caben en un itinerario.

Durante este trayecto, nos apoyaremos en Marco Ruvalcaba, montañista de Chihuahua, conocedor profundo del terreno y de los ritmos que impone la sierra. Junto a nosotros caminarán también miembros de la comunidad tarahumara: los de los pies ligeros, herederos de una relación ancestral con estas tierras. Su presencia no será decorativa: será testimonio vivo de otro modo de habitar el mundo.

También me acompaña, como en cada una de nuestras aventuras, mi esposa: compañera incondicional de caminos y pensamientos. Su energía convierte los días difíciles en jornadas ligeras, y su mirada práctica le da forma a los detalles que suelen pasar desapercibidos. Siempre encuentra la forma más eficiente, más humana, de atravesar los retos que se presentan. Lo que yo callo, ella lo observa. Lo que se pierde en el mapa, ella lo intuye. Sin su presencia, este viaje tendría otra textura, otro ritmo… quizás más solitario.

¿Qué sucede cuando se abandona el ruido para escuchar el sonido del viento? ¿Qué vemos cuando el ritmo lo marca el cuerpo y no el reloj? Este trekking será más que una travesía: será una conversación con el entorno, con quienes lo entienden desde adentro, y con quienes hacen de cada paso una celebración compartida.

Antes de partir, no hay certezas. Solo la intuición de que este camino, más que recorrerse, se habita. En las próximas entradas documentaremos no solo las coordenadas del trayecto, sino las emociones que vayan brotando. Porque en Soul Voyagers, no viajamos para acumular destinos. Viajamos para descubrir nuevas formas de ser.

“Caminar es resignificar el mundo con cada paso.”

Aventura en Raizer por los Caminos de Chihuahua


¡Hola a todos! Recientemente vivimos una aventura emocionante gracias a mi yerno y mi hija, quienes nos llevaron a dar una vuelta en su raizer por los impresionantes caminos alrededor de la ciudadde Chihuahua.


La Experiencia

La emoción de subirnos al raizer fue indescriptible. A medida que avanzábamos por los caminos, disfrutamos de la belleza natural y las formaciones rocosas. El trayecto fue aún más especial ya que lo realizamos hacia el atardecer, con una puesta de sol increíble sobre la presa Chihuahua.

Y como en toda buena aventura, no faltaron los momentos de risas y sobresaltos. Mi esposa, por ejemplo, soltó más de un grito debido a los vaivenes del camino. ¡Parecía que estaba en una montaña rusa! Su entusiasmo le dio un toque extra de diversión a la experiencia.


Momentos Destacados

  • Paisajes Impresionantes: Vistas desde puntos altos y horizontes amplios.
  • Paradas Pintorescas: Paramos para fotos y refrigerios en lugares tranquilos.
  • Risas y Anécdotas: Muchas risas y momentos inolvidables en familia.

Consejos para una Aventura en Raizer

  • Equipo de Seguridad: Usa cascos, guantes y ropa adecuada.
  • Planificación de la Ruta: Conoce bien la ruta y verifica su dificultad.
  • Provisiones: Lleva agua y snacks suficientes.

Esperamos que esta experiencia los inspire a explorar los caminos de Chihuahua en un raizer. ¿Alguna vez han tenido una aventura similar? ¡Nos encantaría saberlo!


¡Hasta la próxima aventura!

Entoces…¿Que es la Ruta W en el Parque Nacional Torres del Paine

¡Hola, aventureros y parejas amantes del senderismo! Hoy queremos compartir con ustedes todo lo que necesitan saber sobre la famosa ruta W en el Parque Nacional Torres del Paine, uno de los destinos de senderismo más espectaculares y desafiantes de la Patagonia chilena. Este post está diseñado para proporcionarles información detallada sobre cómo acceder al parque, moverse dentro de él, y qué esperar en esta maravillosa aventura.


¿Qué es la Ruta W?

La Ruta W es una de las rutas de senderismo más populares y conocidas del Parque Nacional Torres del Paine. Se llama así debido a la forma que traza en el mapa, asemejándose a la letra «W». Esta ruta cubre aproximadamente 80 kilómetros y generalmente se recorre en un periodo de 4 a 5 días. Los senderistas son recompensados con vistas espectaculares de montañas, glaciares, lagos y valles.


¿Dónde se encuentra el Parque Nacional Torres del Paine?

El Parque Nacional Torres del Paine se encuentra en la región de Magallanes y de la Antártica Chilena, al sur de Chile. Esta vasta área protegida es famosa por sus paisajes impresionantes y biodiversidad única. El parque se extiende por más de 242,000 hectáreas y es uno de los destinos turísticos más importantes de la Patagonia.


Acceso al Parque Nacional Torres del Paine

Para comenzar tu aventura en la Ruta W, la mayoría de los viajeros parten desde Puerto Natales, una ciudad que se encuentra a unas tres horas del parque. Aquí tienes algunas opciones de transporte para llegar al parque:

  • En autobús: Varias compañías ofrecen servicios diarios desde Puerto Natales hasta las entradas del parque, como Laguna Amarga y Pudeto. Es recomendable reservar con antelación, especialmente durante la temporada alta. El costo del autobús varía, comenzando desde aproximadamente $8,000 CLP para asientos semi cama y desde $12,000 CLP para asientos cama completa. Los autobuses salen desde la Terminal Rodoviario Puerto Natales, ubicada en Avenida España 1455, Puerto Natales, Región de Magallanes y de la Antártica Chilena, Chile. Aquí tienes más información sobre cómo llegar al parque.
  • En coche de alquiler: Esta opción te brinda mayor flexibilidad para explorar el parque a tu ritmo. Las carreteras están bien mantenidas, pero es aconsejable llevar un mapa actualizado y revisar las condiciones del camino.
  • Excursiones organizadas: Varias agencias de turismo ofrecen paquetes que incluyen transporte, alojamiento y guías experimentados para recorrer la ruta W.

Transporte dentro del parque

Una vez dentro del parque, es importante saber cómo moverse entre los distintos puntos de inicio y fin de cada tramo de la ruta W:

  • Barcos y ferris: Servicios como el catamarán Lago Pehoé conectan puntos estratégicos del parque, facilitando el acceso a las rutas de senderismo. Consulta los horarios y tarifas de transporte en el sitio web oficial del parque aquí.
  • Transporte en autobús: Los autobuses dentro del parque te llevarán a los principales puntos de inicio de las caminatas, como el sector Central y el Lago Grey.

Refugios y Campamentos

Dentro del Parque Nacional Torres del Paine, encontrarás una variedad de opciones de alojamiento que van desde refugios hasta campamentos y hoteles de lujo. Aquí te menciono dos operadoras principales que manejan estos alojamientos:

  1. Las Torres Patagonia: Esta operadora ofrece una amplia gama de servicios, incluyendo refugios, campamentos y cabañas. Algunos de sus alojamientos más populares son el Refugio Torre Central, el Camping Sector Las Torres y el Refugio, Cabañas y Camping Los Cuernos.
  2. Vertice Patagonia: Esta operadora maneja varios refugios y campamentos a lo largo de la ruta W, incluyendo el Refugio Grey, el Camping Grey, el Refugio Paine Grande y el Camping Paine Grande.

Alimentación en la Ruta W

Al recorrer la ruta W, es importante planificar tus comidas. Aquí tienes algunas opciones de alimentación:

  • Comida en los refugios: Muchos refugios, como los de Las Torres Patagonia y Vertice Patagonia, ofrecen servicios de comedor donde puedes comprar comidas calientes y bebidas. Estos servicios suelen requerir reserva anticipada.
  • Cocinar en los campamentos: Si prefieres cocinar tus propias comidas, muchos campamentos cuentan con áreas de cocina y mesas. Asegúrate de llevar un hornillo portátil y utensilios de cocina. Recuerda llevar suficiente comida y agua para toda la ruta.
  • Tiendas en los refugios: Algunos refugios tienen pequeñas tiendas donde puedes comprar snacks, bebidas y algunos productos básicos. Sin embargo, la variedad puede ser limitada y los precios más altos que en Puerto Natales.

Para más información y recursos adicionales, consulta la Guía del Parque Nacional Torres del Paine.


Consejos útiles y recursos adicionales

Si planeas embarcarte en la aventura de la Ruta W, aquí van algunos consejos útiles:

  • Ropa y equipamiento: El clima en la Patagonia es muy variable, por lo que es importante llevar ropa adecuada para diferentes condiciones climáticas, incluyendo una buena chaqueta impermeable y calzado cómodo para largas caminatas.
  • Provisiones: Lleva suficiente comida y agua para cada tramo, ya que los servicios dentro del parque pueden ser limitados.
  • Reserva con anticipación: Los refugios y campamentos dentro del parque suelen llenarse rápidamente, por lo que es recomendable reservar con tiempo.

Para más información y recursos adicionales, consulta la Guía del Parque Nacional Torres del Paine.


¡Feliz senderismo!

Descubriendo los Secretos del Viñedo Concha y Toro


¡Hola, amigos aventureros! Hoy les quiero contar sobre una experiencia súper especial que tuvimos en nuestro viaje a Chile: visitamos el famoso Viñedo Concha y Toro con la agencia Turistik. Fue un día lleno de historia, buen vino y una cena increíble. ¡Así que agárrense, que aquí les va nuestra aventura!

Nuestra Llegada al Viñedo:
Empezamos la tarde con un cómodo viaje gracias a Turistik. Nos llevaron directo al Viñedo Concha y Toro, donde al llegar, fuimos recibidos por un actor haciendo el papel de Don Isidro. Desde el primer momento, supimos que sería un día para recordar.

Tour Guiado y Degustación de Vinos:
La primera parada fue un tour guiado por los viñedos y las instalaciones. Don Isidro era todo un experto y nos explicó todo sobre el cultivo de las vides y la elaboración del vino. Pero la mejor parte fue la degustación. Probamos varios vinos deliciosos, desde blancos frescos hasta tintos intensos. Cada copa era un viaje de sabores.

Cena de Tres Tiempos:
Después de la cata de vinos, nos dirigimos a un comedor al aire libre para disfrutar de una cena de tres tiempos. Cada plato estaba pensado para maridar a la perfección con los vinos que habíamos probado. La comida estaba riquisima, y cada bocado era una fiesta de sabores en nuestra boca.

Un Toque Teatral en la Bodega de Don Melchor:
La visita a la bodega de Don Melchor fue algo mágico. Don Isidro nos acompañó y nos contó la historia de la bodega de una manera súper entretenida y teatral. Fue como viajar en el tiempo y vivir la historia en primera persona. Además, aprendimos por qué esta bodega es conocida como el Casillero del Diablo.

El Casillero del Diablo: La Leyenda
La historia cuenta que en el siglo XIX, Don Melchor de Concha y Toro, fundador de la viña, notó que algunas de sus mejores botellas de vino desaparecían misteriosamente de la bodega. Para evitar más robos, Don Melchor difundió un rumor que decía que el diablo habitaba en la bodega. Este ingenioso truco funcionó, y la gente dejó de acercarse al lugar por miedo. La bodega fue desde entonces conocida como el Casillero del Diablo, y esta leyenda se mantiene viva hasta hoy, añadiendo un toque de misterio y encanto a cada botella que sale de sus puertas.


Nuestra visita al Viñedo Concha y Toro con Turistik fue una experiencia inolvidable. Desde la rica historia y la explicación teatral en la bodega de Don Melchor, hasta la exquisita cena y la degustación de vinos, cada momento fue perfecto. Si alguna vez tienen la oportunidad de visitar este viñedo, ¡no lo duden! ¡Es una experiencia que no se pueden perder!