Barrancas de Cobre – Dia 1

🏞️ Día 1: El inicio compartido

🚌 De Chihuahua a Creel: El viaje hacia el umbral

Todo comenzó antes del amanecer. A las 5:00 a.m., en la Central de Autobuses del Noroeste en la ciudad de Chihuahua, nos reunimos por primera vez como grupo. Aún con el frío de la madrugada en el aire y los ojos entrecerrados por el sueño, ya se sentía la emoción contenida de quienes estábamos por emprender esta travesía. Allí conocimos a los senderistas con quienes compartiríamos no solo el camino, sino también silencios, risas, cansancio y asombro durante los próximos cinco días.

El autobús partió puntual, y durante todo el trayecto —que incluyó paradas en la ciudad de Chihuahua, Cuauhtémoc y La Junta— fue llenándose hasta quedar completamente ocupado. Para cuando salimos de La Junta, ya no quedaban asientos vacíos: incluso los pasillos estaban ocupados por mochilas y cuerpos adormilados. Rocio y yo pasamos la mayor parte del camino dormidos, abrazando esa mezcla de cansancio anticipado y alegría silenciosa que solo se siente al inicio de algo grande.

Durante las 3.5 horas aproximadas de camino hacia Creel, los monitores del autobús proyectaron la película Riesgo bajo Cero, como si el universo quisiera recordarnos que el riesgo —cuando se asume con conciencia— puede ser también una forma de vida. Afuera, el paisaje comenzaba a cambiar: los tonos del desierto daban paso a los pinos, y la sierra se insinuaba con sus primeras curvas.

🎒 De Creel a la morada de Reyes: El inicio del vínculo

Al llegar a Creel, el aire era distinto. Más fresco, más limpio. El pueblo nos recibió con su ritmo pausado y su arquitectura de montaña. Allí hicimos una pausa breve para reorganizar mochilas, ajustar equipo y compartir las primeras palabras con quienes, hasta esa mañana, eran desconocidos. Fue también el momento en que comenzamos a familiarizarnos con nuestras compañeras senderistas: Laura, Hilda y Cydi, tres mujeres con energía sobrada, que pronto se volverían parte esencial del ritmo del grupo.

Una vez que bajamos del autobús, trasladamos nuestras mochilas a una camioneta que nos llevaría desde la terminal de Creel hasta la morada de la familia de José Reyes, nuestro guía rarámuri, en Cusarare. Ese cambio de vehículo marcó también un cambio de ritmo: dejamos atrás el transporte público y comenzamos a movernos en clave local, más cerca del terreno, más cerca de la gente. Antes de partir, tuvimos oportunidad de comprar burritos, café y refrescos —nuestra primera comida del día, bien merecida por cierto, y recibida con gratitud por cuerpos que ya comenzaban a despertar al esfuerzo.

El trayecto en camioneta fue breve. A medida que nos alejábamos del centro de Creel, el paisaje comenzaba a abrirse: árboles altos, caminos de terracería, y esa sensación de estar entrando en otro tiempo. Las vistas eran, desde el inicio, espectaculares —en especial al pasar junto al lago de Arareco, cuyas aguas quietas reflejaban los pinos y el cielo como un espejo ceremonial. Al llegar a la morada de Reyes, nos recibió su familia con una calidez silenciosa, como si supieran que el verdadero viaje apenas comenzaba.

Allí, reorganizamos nuevamente nuestras mochilas, esta vez con la conciencia de que lo que cargábamos ya no era solo equipo, sino intención. Conocimos por fin a José Reyes, por todos conocido simplemente como Reyes, una persona profundamente amable y sumamente alegre, con una energía increíble que desmiente cualquier intento de calcular su edad —que, por cierto, ni él mismo conoce con certeza. Su presencia irradia confianza, y su sonrisa parece tener la capacidad de abrir senderos. También nos presentaron a los compañeros rarámuris que caminarían con nosotros durante toda la travesía: Juan Carlos, Marcial, Erik y Nacho. Sus rostros tranquilos y su andar ligero anunciaban que estábamos por entrar en un ritmo distinto, uno que no se mide en pasos, sino en presencia. No podría faltar también el ofrecimiento de artesanías: canastos tejidos, cintas de colores, pulseras, etc. Comprar estas artesanías es una manera de apoyar la economía familiar. Cydi saco de su mochila un bonete, el cual comento que al lavarlo y secarlo se había encogido, a uno de los pequeñines le quedo perfecto.


🥾 De la morada de Reyes a Basirecota: El ritmo que nos une

La caminata comenzó entre sembradíos de las comunidades rarámuris del lugar, donde el maíz seco, de color dorado, matizaba el inicio de este primer trayecto como si el paisaje ya estuviera contando su propia historia. El terreno era amable, como si la sierra nos estuviera dando la bienvenida. El trayecto fue de 8.81 kilómetros, iniciando a una altitud de 2,193 metros, ascendiendo hasta los 2,486 metros y descendiendo finalmente hasta los 1,977 metros, donde se instalaría el primer campamento. El grupo avanzaba en silencio, con pausas breves para hidratarse, observar, respirar. No había prisa. Cada paso parecía encontrar su lugar en el ritmo colectivo.

Rocío, mi esposa y compañera de viaje no solo en esta travesía sino en esta vida, disfrutaba este inicio. Su mirada atenta y su paso firme acompañaban el fluir del grupo, como si ya estuviera en sintonía con el paisaje. A nuestro alrededor, los compañeros rarámuris caminaban con naturalidad, como si el entorno les hablara en voz baja.

A medida que nos acercábamos a Basirecota, el paisaje se abría. Aparecieron formaciones rocosas, pequeños arroyos, y esa luz dorada que solo se ve en la sierra por la tarde. El primer campamento se instaló a orilla del río Cusarare, en un claro rodeado de árboles y con espacio suficiente para las tiendas. El lugar tenía algo de sagrado, como si nos hubiera estado esperando. Allí también se encuentran aguas termales, que Dalila y las compañeras del equipo supieron aprovechar con alegría y merecido descanso, como si el agua tibia les reconociera el esfuerzo del día.

La noche cayó rápido, como suele hacerlo en la montaña. El grupo se acomodó con naturalidad: unos preparando cena, otros ajustando tiendas, algunos simplemente contemplando. Como parte de las actividades adicionales, llenamos los contenedores disponibles con agua del río, para desinfectarla posteriormente con Microdyn, asegurando así el abastecimiento para el trayecto del Día 2. Fue también en este primer campamento donde Marco inició su apreciada tarea de preparar los alimentos, siempre servicial, atento a las necesidades del grupo, y con una disposición que pronto se volvería indispensable. La primera cena también nos dio oportunidad de conocer más de cerca al equipo rarámuri: sus gestos tranquilos, sus palabras breves, su forma de estar en el mundo. No hubo necesidad de muchas palabras. El silencio era cómodo, casi ritual.

El cielo se llenó de estrellas. No las que se ven desde la ciudad, sino las verdaderas: las que parecen respirar contigo. Y ahí, en ese primer campamento en Basirecota, entendimos que el viaje ya había comenzado. No en Creel, no en el autobús. Comenzó cuando decidimos caminar juntos.

✨ Frase del día

“El camino no empieza cuando se da el primer paso, sino cuando se decide compartirlo.”

6 Comentarios

  1. Avatar de Luis Valles Luis Valles dice:

    seguramente no hay palabras que describan los paisaje y el atardecer en la Sierra, a disfrutar con mucha precaución

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    1. Así es Luis, las vistas te dejan sin aliento. Nuestra sierra es espectacular. Eso si, muy duro físicamente.

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      1. Avatar de cydigarcia cydigarcia dice:

        Sin duda alguna, recordar es volver a vivir: magnífica reminiscencia de lo que fue un viaje que cambió nuestras vidas… porque cada viaje te transforma, pero esta travesía en contacto directo con la naturaleza y con seres amables, como nuestros hermanos Rarámuri, toca tu esencia. Gracias por compartir Javier.

        Encantada de conocerles a ti y a Rocio.

        Bendiciones: Cydi García

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  2. Avatar de Brenda Brenda dice:

    Gracias por contar esa experiencia que puedo vivir a través de tu blog y de las fotos de mi hermana: Cydi García! De la cual estoy muy orgullosa porque cumplió ese gran reto!! Ahora quiero que me lleve con ella. Bendiciones!!

    Brenda García

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  3. Avatar de Roberto Portillo Roberto Portillo dice:

    Excelente narrativa carnal. La majestuosa sierra siempre nos deja asombrados con sus paisajes inigualables.

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    1. Así es. Unas vistas que te dejan sin aliento. Como dice el corrido “que bonito es Chihuahua”.

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